La Gaceta


El lema de que “lo viejo funciona” funcionó muy bien para una serie tan exitosa como “El eternauta”. Es una idea cómoda, pero se avecinan tiempos donde parece mejor abandonar la zona de confort para empezar a pensar de forma más coherente con la vida que hoy nos toca.

A escasos días de unas elecciones donde quedo clara la preferencia del electorado hacia las políticas del gobierno nacional, ya es posible comenzar a pensar en algunas de las propuestas que, según sus propias expresiones, el gobierno tiene pendientes.


La ley de contratos de trabajo, con más de 50 años de antigüedad, es una de las más postergadas, pero más allá del resultado de los comicios, es difícil creer que modificarla vaya a ser un trámite sencillo.


Me animo a pensar que las reacciones del arco gremial no serán pocas y que la intención de resolver un problema será además generadora de otros.


Tampoco será sencillo convencer a aquellos que hoy tienen un empleo de cambiar sus condiciones, seguro surgirán dudas, cuando se avecina el cambio muchos suelen apegarse a lo conocido, resistiéndose a lo nuevo hasta ver señales de que “lo nuevo funciona”.


Quedará para los especialistas evaluar la posibilidad de implementar un régimen de contratación alternativo para los nuevos empleos, manteniendo en paralelo los dos sistemas, conviviendo el tiempo que sea necesario y, tal como le gusta al gobierno, compitiendo uno con otro para que el empleado pueda comparar y evaluar las ventajas, o no, del nuevo sistema.


¿Qué necesita tener el nuevo?: Si va a contemplar un régimen flexible de contratación sería lógico que el trabajador perciba un mayor salario. La estabilidad laboral podría interpretarse como si fuese un derecho para lo cual “se paga un seguro” y por tal motivo quien no la tenga corre con mayor riesgo, por lo que debería percibir un ingreso superior.


Cambiar un modelo de más de 50 años de la noche a la mañana no parece muy recomendable y creo, honestamente, que la tasa de aceptación no será muy alta al principio. Lo que los trabajadores tienen actualmente quizás no sea lo mejor, pero cambiar a un nuevo sistema sin al menos testearlo previamente no es algo que vaya a seducir a muchos.

Ya han aparecido varias propuestas en escena, la “mochila austríaca”, el modelo griego, etc. Sin ser un especialista en el tema, me animo a sugerir la posibilidad de que convivan distintos sistemas según rubro y actividad, dejando para los entendidos los detalles técnicos que escapan a mi conocimiento.

El “Uber” del trabajo


No hay que olvidarse de los trabajadores eventuales, que necesitan como todos, la cobertura adecuada.
Ya sea un pintor, un jardinero, o un empleado de una juguetería en fechas especiales como Navidad o Día del Niño, lo más probable es que estas contrataciones se hagan 100% “en negro”.
Suelo describir el tema diciendo que hay que estudiar un “Uber del trabajo”, donde una aplicación
en la cual un empleado con una cuenta bancaria y un empleador con una tarjeta de crédito declarada puedan resolver la contratación de manera simple, pero formal.

Público VS privado


Podría seguir pensando sobre lo que vendrá, de acuerdo a lo que ha declarado el gobierno nacional, pero creo que debe prestarse especial atención al empleo público, porque si solamente éste es el que tiene plena estabilidad, se producirá una mayor presión para acceder a este tipo de puestos, cuando lo necesario es hacer atractivo el empleo privado. Creo que deben buscarse alternativas con el menor trauma para el trabajador, contemplando además severas sanciones para los abusos, que se pueda ir evaluando y corrigiendo en negociaciones como en toda sociedad democrática.


Una sociedad progresa cuando todas sus partes lo hacen tratando que el beneficio sea virtuoso y no a costa de un sector que normalmente es el más débil, aceptando que hoy el mundo es otro, pero sin permitir que la revancha y la explotación pasen a ser parámetros de este cambio.

Ing. Eduardo A. De Lillo

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