«El pensamiento mágico» por Ivan Sallen

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En una columna anterior escribí sobre el peligro que acarreaba para toda persona lo que yo llamo “creer por creer” o tener una “fe ciega” de ciertas prácticas seudo espirituales. En esta nueva columna voy a continuar con el mismo tema. Primero, voy a hablar del peligro de creer en algo porque si, es decir, sin una comprobación empírica o una fundamentación racional sólida. Y en segundo lugar voy a dar los argumentos de una fe valida.

 

 

 

La superstición es aquella creencia de una persona que no tiene en cuenta el fundamento (la razón) de la misma creencia. Voy a dar un ejemplo clásico, cree que: si un gato negro se cruza en mi camino va a sucederme algo malo o voy a tener mala suerte. Estas falsas creencias terminan afectando el comportamiento. Sigamos con el mismo ejemplo, creo que este gato me va a dar mala suerte, entonces cruzo la vereda para que el gato negro no pase por delante de mí. De la creencia se pasa al acto o cambio de comportamiento. Ahora bien, podemos preguntar si toda creencia es superstición. No, no toda creencia es superstición. Hay creencias fundamentadas de manera empírica o racional. Luego vamos a explicar un poco sobre las creencias básicas. Continuando, como doy este sencillo ejemplo del gato negro, existen otras supersticiones y creencias que modifican nuestro comportamiento y afectan nuestra vida, la más de las veces de manera negativa. Creer por creer nunca es bueno, porque una vez que la superstición o la falsa creencia queda desnuda uno tiende a ir al extremo opuesto, es decir, a descreer de toda cosa.

 

 

 

 

 

Hablemos de otras creencias supersticiosas. Creer que la posición de las estrellas puede decirnos algo del futuro de nuestras vidas o que alguien al leer nuestras manos puede decirnos algo de nosotros, este tipo de prácticas y creencias no tienen fundamentos reales, es decir, científicos (empíricos), ni filosóficos (racionales). Pero ocurre que las personas que hacen o practican estas cosas, usan fórmulas y técnicas propias, las más de las veces muy complejas, que hacen que a su práctica se le dé una cierta apariencia de seriedad. Pero al fin y al cabo solo apariencia y no realidad. Lo mismo ocurre con la pseudo espiritualidad, donde las personas creen en mensajes de ciertos seres a los que llaman “Arcángeles”, “Extraterrestres”, “Seres de Luz”, “Iluminados”, donde se mezclan bellas palabras con advertencias de todo tipo, oraciones, y demás cosas. Todo da una cierta apariencia de verdad de fondo en lo que se dice o se practica, pero la verdad está ausento por completo. Sé bien que esta columna va a tener sus opositores pero hay que comenzar a desenmascarar las falsas creencias que parten de la ignorancia o de los egos de muchas personas. Estoy hablando además de múltiples niveles de supersticiones, no obstante el principio es el mismo, es creer por creer, aceptar algo por aceptarlo, no ir a lo profundo de la cosa, no hacer el proceso de discernimiento.

 

 

 

 

 

El creer por creer también es llamado pensamiento mágico. El pensamiento mágico asocia, sin demostración, tal efecto a tal causa. Ejemplo: una persona tiene cáncer, hace una sesión de reiki y a los días su condición mejora. Luego, el reiki (causa) produjo la mejoría (efecto). Me cruce un gato negro en la calle y minutos después me tropecé caminando. Por culpa del gato (causa) me tropecé en la calle (efecto). Pero no existe nada que demuestre que esta fue la causa real de la mejoría del paciente en el caso del reiki o que fuera porque un gato se me cruzo que me paso tal o cual cosa mala. Demos otro ejemplo más de esto. Un curandero hace brujería a una persona, en esa semana dicha persona tiene un problema. El pensamiento mágico de aquella persona dice que el problema fue causado por la brujería. De nuevo, no existe nada que nos demuestre fehacientemente que el problema fue causado por el maleficio. O en la antigüedad, se lanzó un rayo del cielo, es decir, ese fue Zeus. Pero ¿cómo demostramos que fue Zeus, el gato negro, la brujería o el reiki los causantes de cada una de esas cosas que decimos? No se puede demostrar, no hay forma, se tiene que creer por creer.

 

 

 

 

 

La absurdidad del pensamiento mágico se expresa en una frase de Tertuliano de Cartago (padre de la Iglesia del siglo II), que decía: “Creo porque es absurdo, creo porque es imposible”. O lo que es lo mismo creo por creer. Aunque la frase refleja perfectamente lo que quiero explicar, el fin de Tertuliano era usar la oratoria para convencer a sus oyentes de la verdad del cristianismo. Dentro de la filosofía se asoció a otros pensadores con el “creo absurdo” pero de forma equivocada. Por ejemplo al filósofo Soren Kierkegaard, que explicaba que lo imposible era posible para el que cree (como un creer por creer), cuando en realidad él hablaba de la interioridad de la fe del creyente. O a Miguel de Unamuno, español él, que al menos si estaba más cerca de una fe irracional o una fe ciega, pero en otro sentido. Nos pasaríamos del espacio explicando con detalle las actitudes de cada uno de estos pensadores sobre el tema de la fe y las creencias. Pero quiero ahora, como prometí, explicar el segundo punto, el fundamento de una fe o creencia valida.

 

 

 

 

 

 

 

Hay dos aspectos importantes a tener en cuenta de la fe y las creencias cuando estas son reales. Una como causa y la otra como efecto inmediato. Vamos a explicar el primer aspecto. Una creencia particular que no puede demostrarse de manera empírica debe tener una autoridad competente que nos diga como son las cosas. Es más fácil de explicar con un ejemplo. Todos creemos que en un periodo de nuestras vidas fuimos bebes (aunque no recordemos esa época), y lo creemos porque la autoridad de nuestros padres o abuelos (autoridad valida) nos enseñan y testimonian que fuimos bebes. Al mismo tiempo esa autoridad debe estar fundamentada en la razón, no se trata de creer cualquier cosa que nos digan. Es decir, lo que nos dice debe ser razonable  y no ilógico o absurdo. Siguiendo con el mismo ejemplo, es razonable creer que fuimos bebes porque existen bebes y podemos ver que todo ser humano pasa por esa etapa de vida. No obstante a ello, que fui bebe sigue siendo una creencia para mí persona porque no recuerdo nada de cuando lo fui, ni tampoco puedo volver a esa etapa de mi vida, es decir, no puedo demostrarlo empíricamente por medio del llamado método científico. Y ahora entramos de lleno con el segundo punto necesario en toda creencia valida, fundamentada y real, que va de la mano con lo primero: confiar en el otro. Pero de nuevo, no se trata de confiar por confiar, ni creer por creer, sino de confiar y creer con fundamentos sólidos en algo particular.

 

 

 

 

 

 

Demos un ejemplo. Confió en mi amigo que me cuenta que en Roma existen las “catacumbas”, me dice que él las ha visto y ha estado en esos lugares. Además de esto me ha confirmado la existencia histórica de las catacumbas, su función y demás, con textos antiguos que hablan de dichos lugares. Así pues, más allá de que yo no las allá visto con mis ojos, ni las haya tocado, ni estudiado del tema, creo en la palabra de mi amigo. Toda autoridad debe ser racional y abrir a la persona a creer (confiar) en esa misma autoridad con hechos. Sin esos dos principios, la cosa se complica, porque se cree por creer, se tiene una fe ciega o de pensamiento mágico. Podría hablar de una fe o creencia como es la fe católica que no es de pensamiento mágico sino que tiene sus fundamentos racionales y su autoridad cimentada pero para explicar esto excederíamos nuevamente el espacio que tenemos. Lo dejamos entonces para una próxima columna.

 

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