Las mujeres comparten su vida carcelaria con tres reclusas en la misma situación por haber violado o asesinado a sus propios bebés

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Magdalena Espósito y Abigail Páez comparten pabellón con otras tres mujeres también acusadas de violar o asesinar a sus chicos.

Magdalena Espósito y Abigail Páez, la madre de Lucio Dupuy y su pareja, acusados de matarlo a golpes tras un largo historia de torturas,de a poco se acostumbran a la vida entre rejas. Las psicólogas que las atienden en el Complejo Penitenciario N° 1 de San Luis notan que, a medida que pasan los días, se configuran la idea de que lo más probable es que, a dos meses del crimen, pasen el resto de sus vidas entre pabellones, celdas y personal penitenciario.

En el penal puntano, según fuentes que conocen de cerca el encierro, las mujeres comparten su vida carcelaria con otras tres reclusas que están en la misma situación por haber violado o asesinado a sus propios bebés. Desde que llegaron a la cárcel hace 65 días sólo una de ellas recibe visitas. En privado, las dos continúan sin reconocer el homicidio y culpan al padre del nene por lo que pasó.

El menor vivía con su madre Magdalena y con la pareja de ella, Abigail, en Santa Rosa. La Justicia pampeana autorizó que la mamá se quede con el menor en medio de una feroz disputa legal con Cristian, el padre del chico. Tal como reveló Infobae, el 4 de noviembre del 2020 la jueza Ana Clara Pérez Ballester homologó un acuerdo judicial y de esa manera Esposito Valiente y Páez se quedaron legalmente con la tenencia de Lucio.

Un año después, el 26 de noviembre del 2021, Magdalena y Abigail llevaron al menor a la guardia del Hospital Evita porque no reaccionaba. Casi no tenía signos vitales. Ante los médicos, supuestamente inventaron que habían sido víctimas de un robo y que los atacantes habían agredido al chico. Era todo mentira. Lucio no pudo ser reanimado y su muerte se confirmó en los primeros minutos de la madrugada del sábado. Ante la notable cantidad de hematomas, cortes y heridas de diversa data que presentaba el cuerpo, desde el hospital decidieron llamar a la policía y las dos mujeres quedaron detenidas.

Algunas horas después, la autopsia revelaría el calvario que sufrió Lucio durante su último año de vida y que el médico que realizó la autopsia, Juan Carlos Toulouse, sintetizo en una frase devastadora: “En 27 años de forense nunca vi algo así”. El cuerpo tenía, además de golpes y cortes, quemadura de cigarrillos. También se encontraron lesiones compatibles con abuso sexual.

Por esos días, tanto Magdalena como Abigail fueron trasladadas a la cárcel de San Luis. Las autoridades tuvieron que sacarlas de La Pampa por el peligro latente de una pueblada en el lugar donde fueran alojadas.

Apenas llegaron a la prisión puntana decidieron confesarse. Si dijeron algo sobre el asesinato de Lucio, esas palabras no tendrían validez en un expediente. Lo hicieron ante el capellán. “Fue sólo esa vez y luego no lo hicieron más”, asegura ahora una fuente penitenciaria.

Si bien al principio estuvieron solas, de a poco se fueron sumando al resto de la población. Por el momento comparten el “ex pabellón de madres” con otras tres internas. “No todas mataron a sus hijos. Hay una por ejemplo que está acusada de abusar sexualmente a su bebé y de participar del asesinato que fue cometido por el padre de la criatura”, cuentan desde la cárcel.

El pabellón donde están ahora es un poco más grande y con más comodidades que los otros. Por ejemplo, tiene una cocina más espaciosa y un patio interno. Esto se debe a que era un lugar acondicionado para que vivan madres con sus hijos pero ya no hay, por lo que los responsables del lugar se los cedieron a ellas.

Sólo una de las acusadas del homicidio de Lucio que recibe visitas. Es Abigail, la novia de la madre del nene. Desde que llegó al penal recibe todas las semanas la visita de su mamá. Está con ella aproximadamente una hora y se retira. En cambio, Magdalena no fue visitada ni una sola vez por familiares o amigos desde que su vida se mudó forzosamente a San Luis.

Cerca del patio interno, existe un teléfono público en el que las cinco compañeras pasan varios minutos al día. “La mayoría de las llamadas son con sus abogados. Tienen contacto casi a diario. Los letrados vinieron al penal una sola vez hace como un mes”, cuenta una fuente que visitó el pabellón hace poco días.

Para pasar el tiempo, las mujeres charlan entre ellas, leen algunos libros que les traen sus familias y, como mucho, salen una hora al patio interno a caminarPor ahora no tienen habilitado ningún curso porque sólo están permitidos para procesadas. Sin embargo, se espera que a partir de marzo tanto Magdalena como Abigail terminen el colegio secundario.

El abuelo de Lucio denunció públicamente hace pocos días que ambas “están de fiesta, escuchan música y toman mate”. Desde el complejo penitenciario no niegan que las internas pongan música y que cada una tenga un mate. “Pero eso no es estar de fiesta. Hacen lo mismo que el resto de las internas. No tienen ningún tipo de privilegio”, explican.

Por el momento tanto Magdalena como Abigail permanecerán en esa cárcel de San Luis. No hay previsto ningún traslado. La idea de las autoridades penitenciarias es, de a poco, insertarlas con el resto de la población aunque no es tarea fácil. El miedo a que las maten sigue latente.

En cuanto a la causa, está semana tendrá desarrollos importantes,. Luego de la feria judicial, el juez Nestor Ralli ordenó una serie de pericias psicológicas a las acusadas, que estarán a cargo de dos psiquiatras y dos psicólogos. Además se realizarán pruebas de ADN de varios elementos que fueron secuestrados en el departamento donde vivía Lucio. Hasta el momento en el expediente se pueden leer cerca de 30 testimonios de familiares, docentes y médicos.

Infobae

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