Sonetos de Emanuel Bibini
QUERUBE
Insidioso dolor que, furibundo
Acométeme recio noche y día
¡Cantad mortales, alguna elegía
Pues mírome y me hallo moribundo!
Vado de penas, donde yo me hundo
No viendo el fulgurar de la alegría
Incluso tu consuelo, vida mía
Hace que mi dolor sea más profundo.
Viendo tus alas, como de un querube
Puedo sentir la amarga melodía
De música celeste que no tuve.
Y aunque pensando en irme, ido estuve
—Pues sabes que es amarga mi agonía—
Sabrás también que en vano me detuve.
MI TRISTEZA
Te vi marcharte por aquel camino
La pena de mi pena se amargaba
Mi espíritu y mi alma te lloraban
Y mucho encono tuve a mi destino.
Me desdeñé por ser tan peregrino
Pues contigo en amores me pensaba
Pero la realidad —ay— me asestaba
El golpe que aclaró mi desatino.
¿Lloraste tú también, amada mía?
¿O solo yo lloré como un estulto?
¿Me dirás que esta cuita es solo mía?
No pienses que esta queja es un insulto
Pues solo es la tristeza, aquella arpía
A quien acudo yo y le consulto.
GUERRA
Me dieron de mirar hacia la tierra
Hambre, maldad y oprobio la cercaban
Y vi yo al hombre que decapitaban
En una arrasadora y triste guerra.
Luego miré de lejos al que entierra
Los muertos que insepultos aún quedaban
Algunos todavía trepidaban
Y vi que la maldad todo lo encierra.
No queriendo escribir ningún poema
Los habré escrito igual, a contragusto
Pues érame aberrante y triste el tema.
Si viéronme andar con rostro adusto
No me juzguéis, pues ved esta diadema:
Que no hay sobre la tierra un solo justo.