El tan devaluado peso argentino y el eterno proceso inflacionario. Por Carlos Armando Costanzo

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El tan devaluado peso argentino y el eterno proceso inflacionario…

El país sólo funciona con enorme emisión monetaria y gran endeudamiento externo…

Engrupir o embaucar a los giles, y que no cambie nada… Siempre lo mismo y más de lo mismo…

Las proféticas palabras del Dr. Francisco José Falabella, en 1973, hace ya cincuenta años…  

Provoca estupor, desazón y profunda tristeza, nuestro signo monetario: un peso totalmente desvalorizado y depreciado, con la consiguiente notoria y manifiesta pérdida del poder adquisitivo y de toda posibilidad de crecimiento, progreso y desarrollo económico; sumándose a ello, un marcado y alarmante proceso inflacionario, que se viene arrastrando de hace muchas décadas (acaso, de principios de los años 50), y se agrava y acentúa, de una manera recurrente y constante. ¿Qué originan la depreciación del peso y el alto índice de inflación? Seguramente, una emisión de dinero, colosal, exorbitante y descontrolada, de varios billones (los millones, ya no alcanzan) y un fuerte e inevitable endeudamiento externo. ¿Por qué sucede esto? Porque es mucho lo que se gasta y poco lo que ingresa y se recauda. De allí, el déficit y el desequilibrio financiero permanentes. Al igual que en un hogar y una familia, donde viven diez personas, trabajan dos y los otros ocho son elementos ociosos y parasitarios; efectuándose, además, gastos y erogaciones descomunales que superan ampliamente, los magros ingresos, en relación con el despilfarro… Los economistas de siempre – chamuyo, sanata y caretaje, de vulgares vendedores de imagen -, anuncian, exponen y proponen planes, programas y mágicas recetas – lo mismo, lo mismo de siempre -, para que, en definitiva, no cambie nunca nada y, todo prosiga igual o peor de lo que está: Triunfan esos chantas, chorros y vendedores de imagen, de siempre, pero pierden, se perjudican, empobrecen y, hasta terminan fundidos los laburantes; las personas buenas, nobles, decentes y honradas, que trabajan, luchan, se esfuerzan día tras día, y abonan sus impuestos y cargas tributarias; los humildes, abnegados y anónimos ciudadanos, que sufren, precisamente, la depreciación del signo monetario, la inflación, los ajustes, los recortes y, los incrementos impositivos y de tarifas… ¿Por qué entonces, las cosas no cambian, frente a una realidad dramática, patética y harto agobiante? Porque los chantas, los chorros y los vendedores de imagen, de siempre – entongados y confabulados entre ellos, aunque simulen, ante la gilada, ser adversarios, rivales u opositores -, carecen de toda voluntad de cambio… El gran curro y negocio de ellos – a pesar de la desvalorización del peso y el proceso inflacionario -, para mantener sus prebendas, privilegios, acomodos, impunidades judiciales y múltiples beneficios, y continuar así, enriqueciéndose, consisten, exactamente en engrupir o engañar a los giles, con una pantalla o cortina de humo distintas; que no cambie nunca nada, y todo siga igual o peor de lo que está… Y si la sociedad actual – sumida muchas veces en la indiferencia y la total pavada y, con una mansa, paciente y silenciosa resignación conformista -, acepta, tolera, se banca, naturaliza y es funcional a la situación y la realidad que nos abruma, jamás habrá de cambiar nada, y acaso, dentro de cinco, diez, quince o veinte años, seguiremos hablando de lo mismo que ahora, sin presente, porvenir, destino ni salida, en un país que nivela e iguala hacia abajo, con ignorancia, marginación y miseria dependiente; un país hueco de contenido, que no nos lleva a ninguna parte… Hablando lo mismo, lo mismo que ahora: la desvalorización del signo monetario, la inflación, los bajos salarios y jubilaciones, la falta de oportunidades laborales, el sostenimiento de las clientelas electorales, la malaria creciente, el analfabetismo, la carencia de educación y de salud, la inseguridad callejera, la corrupción, la injusticia, el verso y el camelo y, la mar en coche… La Argentina del siempre lo mismo y, del más, más de lo mismo, donde no cambia ni tampoco puede cambiar nunca nada…  

Entonces, nos preguntamos ¿Cómo salir de la depreciación monetaria, el déficit, la inflación galopante, la decadencia, la degradación y descomposición sociales y la desoladora miseria? Simplemente, con el hábito, la cultura y la escuela de trabajo, el estudio, la formación intelectual, el esfuerzo, la lucha, los anhelos de progreso y superación personal, el crecimiento, el desarrollo y, la generación de mano de obra y de riqueza… De nada sirven los planes, programas y recetas de orden económico, que proclaman de un modo rimbombante, los falsos economistas de siempre, si no se retorna a la producción, la generación de riqueza y, la sagrada y sublime cultura del trabajo. ¡Qué no nos sigan engrupiendo o embaucando, con chamuyos, verso, bolazos, sanata y, meras y vanas palabras, teóricas y abstractas, los falsos economistas y los chantas y chorros de siempre, para que, en definitiva, no cambie nunca nada, y todo continúe igual o peor de lo que está!

El caracterizado y prestigioso abogado, dirigente político, periodista, escritor, docente y hombre público chivilcoyano, Dr. Francisco José Falabella (1920 – 1998), en 1973 – hace ya, cincuenta años transcurridos -, con honda sabiduría e inteligente criterio, puntualizaba: “La prioridad número uno, es que todo el pueblo trabaje; que el trabajo sea fomentado y organizado por el Estado, y que gracias a la multiplicación de los bienes y la riqueza – única fórmula -, se le pueda brindar al pueblo el bienestar general”. Sin trabajo ni generación de riqueza, tendremos siempre emisión monetaria descontrolada, depreciación del peso, bajos salarios y jubilaciones y, altos índices inflacionarios. El país, continuará funcionando como ahora, con emisión monetaria y endeudamiento externo…

Peso argentino, por el procurador Carlos Armando Costanzo, fundador y director – organizador del Archivo Literario Municipal y el Salón del Periodismo Chivilcoyano, y miembro correspondiente de la Academia de Folklore de la provincia de Buenos Aires y la Academia Porteña del Lunfardo.

Hoy, te puedo junar, tan devaluado, / triste sope hecho bolsa y por el suelo, / que sin fuerza pulenta ni consuelo, / allí estás, bien forfai, siempre planchado. / Hoy te puedo junar – mango tirado -, / carburando los tiempos del abuelo, / donde fuiste bacán, casi en el cielo, / y ahora sos un papel… papel pintado… / Circulás muy cachuzo a la bartola, / y en la yeca, ya nadie te da bola, / mientras vas con la jeta revirada… / Y al funcar a morir, la maquinita, / terminaste en la lona – pobre guita -, / y al final…, al final, no valés nada.  

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