El triunfo se vistió de rojo y negro

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Por Carlos H. Lapenta


Colón campeón del futbol local. Fue un verdadero hormiguero humano. ¡cuánta gente! ¡cuánto entusiasmo! ¿Qué raro fenómeno despertó repentinamente el fútbol chivilcoyano? A partir de ahora ¿quedarán atrás las grises jornadas domingueras? ¿Renació la pasión futbolera! Es difícil suponerlo pero más allá de los análisis, ver movilizarse tanta gente por una pasión, despierta una optimista visión de alegría. Cuadras y cuadras de autos en las adyacencias del Parque Rojo. Miles y miles de personas en tribunas y en torno del alambrado. Decenas de policías que, felizmente, terminaron como pacíficos espectadores de una jornada de fútbol excepcional.
Lo hicieron Colón y Varela, lo hicieron como antaño reverdeciendo viejas glorias y viejos clásicos. Fue casi como un tributo a la vieja y desaparecida cancha de la “Federación” de la avenida Mitre cuando hace 50 o 60 años la selección de Chivilcoy…¡la de la camiseta celeste! llenaba estadios de apasionados hinchas en su presentación de los inolvidables campeonatos argentinos interciudades .
El domingo volvió el clima, ese clima de euforia y ansiedad, esa necesidad de apurar los ravioles del domingo para llegar temprano a la cancha para ubicarse con comodidad en el lugar deseado.
El hincha con su bandera, con su gorro, con su aliento, con su pasión, con su grito de gol en la garganta, con su sufrimiento o su alegría, renovando esa fidelidad dominguera al fútbol.
Colón y Varela volvieron a encender la euforia, la misma de los años 60 ó 70, obvio con distintos jugadores, pero sobrevolando los recuerdos del negro León, de Luis Scasso, Lito Martino, Fiti Barrado y las atrevidas gambetas de Luisito Frediani en Colón o la firmeza defensiva de Machón Díaz y el despliegue y el virtuosismo de Vitino Silva en los mirasoles.
¡Si hasta el día prestó su calidez para la fiesta! El fútbol del domingo fue particularmente favorable para los rojinegros de Colón que se llevó la gloria, pero también el público, el hincha tuvo su tarde de encendida exaltación.


Colón y Varela hicieron un partido para el recuerdo, con un segundo tiempo donde la vibra y la emoción se acoplaron al clima festivo. Colon disfrutó de su primer tiempo favorable. En el segundo Varela tuvo su tiempo de alivio primero, de goce después cuando se puso 2 a 1 pero Colón resurgió minutos más tarde. Cuatro veces más apareció Colón, primero apareció Caffarito para empatar y desnivelar y después apareció Franco Costanzo para asegurar el triunfo con dos tapadas formidables ahogando el grito de los mirasoles.
Colón ganó el campeonato, Varela y su público ganaron en hidalguía y el saludo entre vencedores y vencidos fue el triunfo de la caballerosidad y del deporte.
Tres bandos volvieron a sus casas después de la fiesta: los neutrales que con su presencia reverenciaron al fútbol, los de Varela que volvieron mascullando la desazón de la derrota y los de Colón que volvieron saboreando la gloria.
A la noche y cuando ya la oscuridad cubría el Parque Rojo, seguramente los duendes del fútbol, aquellos que alguna vez dieron luz a Varela y Colón, habrán festejado con algunos caños en diabólica gambeta el retorno (¿definitivo?) de la pasión futbolera.

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