«En mi pueblo yo he visto» de Emanuel Bibini
En mi pueblo, yo he visto
pasar días y semanas.
Noches, tardes y mañanas
así, desde que yo existo.
Y no sé si estaré listo
cuando sea momento de irme
mas mi ausencia será firme
en el pueblo que yo quiero.
Si alguna noche me muero
Vengan antes a despedirme.
También he visto a la gente
sufrir hambre y desconsuelo.
Y a los que tenían dinero
pasar cerca indiferentes.
Y yo, teniendo patente
alguno que otro recuerdo
el labio a veces me muerdo
para no entrar en conflicto.
No siempre he salido invicto
he perdido, y me acuerdo.
Escuché yo la alegría
de los padres de un bebé.
Ya que de lejos se ve
su ruidosa algarabía.
Y cerca yo de la vía
oí tantas veces al tren
me he parado en el andén
a mirar las esperanzas
de la gente y sus andanzas.
Miré el mal, y miré el bien.
Así como vi nacer
también vi gente morirse
que se fue sin despedirse
y no hubo nada que hacer.
Alguno pudo crecer
otros, así de antemano
cerraron fuerte la mano
y se despidieron del mundo
dejando un dolor profundo
en sus amigos y hermanos.
He andado yo por los puentes
y conozco los caminos.
Busqué también mi destino
constante y tortuosamente.
Como clavada en mi mente
algún tipo de esperanza
alguna vieja añoranza
que me diga que estoy vivo.
Por eso ahora, yo escribo
recordando mis andanzas.
Conozco cuando me mienten
porque mentir es su esencia
allá ellos, y su conciencia
sabrán bien ellos que sienten.
No juzgo, pues soy consciente
de que cualquier ser humano
A su madre, o su hermano
también le puede mentir.
Ya que es difícil decir
la verdad, aunque es más sano.
A los viejos he escuchado
y de ellos he aprendido.
Lo que ahora está florecido
pronto se habrá marchitado.
Como flor que se ha secado
es la vida que se pasa.
El tiempo con todo arrasa
y no nos deja elección.
Lejos de nuestra ubicación
o cerca de nuestra casa.
Vi elevarse amaneceres
como si fueran un ave
y alejarse, como nave
vi también atardeceres.
Fui probando los placeres
que la vida nos ofrece
y vi que el viento se mece
sobre el árbol moribundo
y sobre algún vagabundo
al cual el frío le duele.
He escuchado a los cantores
que nos alegran el alma.
Y para traernos calma
escuché a los payadores.
Gente que hablaba de amores
y de cosas de la vida
quizás de una vieja herida
que no han podido sanar.
Incluso así han de cantar
con el alma dolorida.